Hoy 16 de julio se cumple otro aniversario del lanzamiento del Apolo 11, la misión de aterrizaje lunar estadounidense que llevó a los primeros terrícolas a la Luna, el 20 de julio de 1969. La NASA ha estado relativamente tranquila últimamente, pero otras naciones y empresas privadas continúan explorando el territorio desconocido. Con todo eso en mente republicamos el presente ensayo, originalmente publicado en Geopolitical Futures en el año 2020, que explora cómo las naciones pueden pensar la nueva carrera espacial.
La primera vez que el poder espacial se utilizó para la guerra terrestre fue durante la Guerra del Golfo, en la que los satélites contribuyeron significativamente a las operaciones militares en el Medio Oriente. Desde entonces, ha habido una creciente demanda de tecnología y modelado de guerra para operaciones en el espacio. El espacio, al parecer, se está convirtiendo lenta pero seguramente en un componente esencial de la guerra. Por lo tanto, es oportuno y prudente comenzar a pensar y construir un marco para entender los parámetros de las operaciones y conflictos espaciales. Si la geopolítica se refiere a todas las cosas terrenales, entonces podemos referirnos a cómo las naciones interactúan entre las estrellas —relaciones entre colonias en planetas, satélites y estaciones espaciales, así como cooperación económica, competencia por recursos y el orden en torno al cual se construye esto— como “astropolítica”.
Por supuesto, todavía hay mucho que no sabemos sobre la física del espacio exterior. Ni siquiera sabemos qué tipo de tecnologías necesitaremos desarrollar para operar allí. Aun así, un enfoque teórico para pensar sobre el poder espacial debería comenzar con lo que sí sabemos: operaciones navales y aéreas. Como los océanos, la extensión del espacio exterior puede considerarse un bien común global. Esto significa que ambos comparten algunas características inherentes, como largas líneas de comunicación y posibles puntos de estrangulamiento estratégicos. El poder naval se ha utilizado durante siglos para asegurar los intereses nacionales y proyectar poder. Y aunque hay cierta incertidumbre sobre cuán relevantes serán la aviación y la tecnología satelital cuando se utilicen fuera de los límites de nuestro planeta, las aeronaves son, sin embargo, un elemento importante, aunque auxiliar, de la guerra.
Con esto en mente, podemos comenzar a examinar un conjunto de principios e imperativos geopolíticos que determinarán el futuro del poder espacial, utilizando el poder marítimo como la principal base intelectual.
Comando y Control
Por grande que probablemente parezca la Tierra para un oficial naval en alta mar, no es nada comparado con el espacio exterior. En la Tierra, hay penínsulas, islas y atolones, casi todos los cuales han sido cartografiados, y muchos de los cuales ya tienen infraestructura existente. Una vez que comencemos a explorar la vastedad del espacio exterior, lo haremos comparativamente a ciegas. Esto hará que los centros de operaciones a nivel de compañía sean aún más importantes allí que aquí.
El comando y control también serán más difíciles de lograr. Bleddyn Bowen, un académico en relaciones internacionales, plantea una división entre el comando del espacio y el control del espacio. Bowen define el comando del espacio como asegurar y/o denegar el uso de líneas de comunicación celestiales por las que viajan objetos e información, desde, hacia y a través del espacio. El control del espacio, por otro lado, es más como controlar áreas específicas de la Tierra, pero en el espacio exterior. Se trata de la hegemonía, tanto militar como política.
Pero así como hay puntos de estrangulamiento en la Tierra, también los habrá en el espacio exterior. Después de todo, habrá satélites, naves, colonias y todo lo demás que necesitará ser abastecido, mantenido y habitado. Esos puntos de estrangulamiento pueden dividirse en cuatro categorías amplias:
Satélites y naves espaciales con misiones a largo plazo, y estaciones espaciales con tripulaciones que realizan funciones militares cerca de la órbita terrestre.
Satélites y estaciones espaciales en la primera y más importante línea de comunicación celestial: de la Tierra a la Luna.
Satélites y estaciones espaciales entre la segunda línea de comunicación celestial importante: de la Tierra a Marte.
Los satélites, naves comerciales y de guerra, estaciones espaciales y colonias independientes que eventualmente llenarán el sistema solar en un futuro lejano. (Es probable que sus misiones sean convertirse en centros comerciales, logísticos o geopolíticos para asumir responsabilidades de comando y control).
Mucho de esto será imposible, por supuesto, sin el uso de satélites, naves de guerra, drones y vehículos aéreos no tripulados que serán operados por inteligencia artificial, sin interferencia humana. Carl Dolman Everett conecta la guerra espacial con la guerra informacional, pero es posible desarrollar este concepto e imaginar en el futuro una interacción militar directa tanto en la Tierra como en el espacio, entre el “software” de las grandes potencias. Para una misión espacial, sería más barato y seguro enviar drones con IA a misiones específicas y peligrosas que poner en riesgo a una tripulación humana. Tanto para los políticos como para los líderes empresariales, esto será una solución óptima. Y esto sin mencionar el marco legal del viaje espacial, que aún no existe. Como escribe Jonathan Sydney Koch, actualmente hay una falta de marco legal para el uso de recursos espaciales encontrados en asteroides y otros cuerpos celestes. En general, sus misiones, estratégicamente hablando, serán las mismas que las de los buques de guerra en el mar.
De la soberanía en el mar a la soberanía en el espacio
Los océanos requerían autonomía e independencia de los barcos; dado el tiempo y la distancia entre las colonias y la metrópoli, el espacio lo requerirá aún más. La aparición en el mapa político global de diferentes estados independientes está determinada por factores geopolíticos. La metrópoli no pudo controlar las complejas entidades sociales y políticas en las que se convirtieron las colonias desde una distancia remota. Mientras eran asentamientos primitivos, era relativamente fácil, pero cuando la antigua gestión comenzó a cambiar, se volvió imposible.
En caso de guerra o emergencia, la tripulación o los colonos en el espacio deben tener plena independencia para tomar la decisión más adecuada a su realidad; dados los serios retrasos en la comunicación con la Tierra, cualquier cosa menos sería imposible para un estado que desee alcanzar el estatus de gran potencia.