Estoy de vacaciones, gente. Pero la realidad no, y tengo esta compulsión de comentarla. Así, no esperen más aquí que comentarios superficiales.
Para mayor profundidad, hay que esperar a que se pronuncie la realidad. Probablemente, con esos gritos desagradables que a veces larga.
Del Trump II, recargado, comenté algo aquí, y con mayor extensión en artículos que les recordaré en las redes. Ahora sólo diré algo obvio: nadie, ni un Super Presidente, hace siempre lo que anuncia o lo que quiere. Sólo lo que puede.
Por eso me parece interesante echar un vistazo al escenario global. El Nuevo Desorden Mundial, como lo llamo sin originalidad.
Actualmente, hay 193 países miembros de las Naciones Unidas, pero a la mayoría no se los toma muy en cuenta. Y no es justamente el Donald quien aspira a corregir eso. Veámoslos en términos de poder. Es antipático, pero realista.
En este siglo las capacidades productivas, y en menor medida el dinamismo tecnológico, comenzaron a desplazarse a Asia. China es hoy el taller global, y su producción manufacturera supera a la de sus inmediatos seguidores, sumados.
A Trump, y a gran parte de sus votantes, ese hecho les fastidia mucho, y ha prometido corregirlo a fuerza de aranceles. Son herramientas tradicionales, que sirvieron a casi todos los países que se industrializaron, acompañados generalmente por una subvaluación de sus monedas (China fue acusada de esto, por ejemplo).
El problema con esas dos herramientas es que una aumenta la inflación. Y la otra también, y además hiere el orgullo nacional.
Hay otro elemento, menor, pero curioso, que deja pensando a la gente suspicaz. Elon Musk, el superstar tecnológico a quien Trump lleva a su gobierno, es un importantísimo industrial automotriz… con sus fábricas en China. Los Tesla no se venderán tanto ahí, pero es donde se produce la parte más importante de sus insumos.
¿Es posible un acuerdo estratégico entre Estados Unidos y China? No recuerdo ejemplos históricos de algo así entre dos Potencias tan disímiles. Pero de acuerdos tácticos… hay montones.
India es la próxima gran potencia, asumen todos. Y por encima de sus recursos y su demografía, el dinamismo de sus científicos y sus empresarios les da la razón. Su gobierno hace equilibrios inteligentes: está en los BRICS, tiene fuertes lazos con Rusia. Y al mismo tiempo, tanto Biden como Trump I, han apoyado su crecimiento económico y militar para contrabalancear el peso de China.
En el norte de Eurasia se extiende, algo recortada pero todavía gigante, la Federación Rusa. Tiene un grave problema demográfico, del que Putin se muestra muy consciente pero no ha podido solucionar. Igual, sus inmensos recursos naturales y su también muy grande arsenal nuclear, garantizan que, al menos en Eurasia, no puede ser ignorada. No lo será por Trump, que respeta esas cosas.
Otro dato curioso, que hemos comentado en AgendAR: Rusia ha sido, y sigue siendo, proveedor de uranio de las centrales nucleares de Estados Unidos. Eso no ha sido afectado por sanciones.
En la península occidental de Eurasia se encuentra la Unión Europea, y las islas británicas. Todavía con considerable poder financiero, industrial, científico y lo que llaman «poder blando» (muchos de nuestros jóvenes tramitan ciudadanía allí). Pero el declive es inocultable, así como su dependencia militar de Estados Unidos. Trump se la va cobrar: lo anunció, y le creen.
En Eurasia hay otras potencias industriales y/o militares importantes. Japón, por supuesto, Israel, Irán, Arabia Saudita, Corea del Sur, y la dictadura coreográfica de Corea del Norte. Pero no tienen el espacio o el músculo para ser potencias globales. Dependen, en términos de poder, de los gigantes.
Pakistán, Indonesia… cuentan con el espacio. Pero les faltan algunas décadas de desarrollo para jugar en ese campeonato.
En cuanto al resto de los países -ahí estamos nosotros, gente-, que ahora llaman el Sur Global, lo único que tenemos en común es que no somos potencias. Somos el futuro. Y si no tomamos decisiones inteligentes y las mantenemos por algunas décadas, allí nos quedaremos.